Una noche como cualquier otra nos encontrábamos las estrellas y yo.
Les compartía mis secretos, mis penas y mis deseos.
Mis deseos…
Deseaba volar otra vez.
Quería saber si podría, aún sin mis alas.
Le pregunté a la estrella más brillante si podría hacerlo.
No me contestó.
Era lo único que quería en ese momento.
Decidí probar.
No sentía miedo.
Cerré los ojos y me imaginé lo que iba a suceder.
Me encontraba parada sobre el borde del abismo con los ojos cerrados.
¡Que bien se sentía la tierra bajo mis pies descalzos!
Me encantaba sentir como jugaba el viento con mi pelo.
Pensaba: "En solo un minuto estaré volando."
Cerré los ojos con más fuerza y di un paso al frente.
Ya no había nada que me sostuviera.
Nada que me impidiera lograr mi sueño.
Nada podía dejar que lo cumpliera.
Nada.
Pero cada vez iba más rápido.
Caía más rápido y no podía abrir mis ojos.
El viento se tornó violento y pasaba rápido por mis lados.
Ya no jugaba con mi pelo, estaba jugando conmigo.
Estaba jugando con mi vida.
Pero nada ni nadie podrían pararme.
Porque seguía sin miedo.
Porque todavía tenía fe.
Sabía que iba a lograr eso que tanto anhelaba.
Aún sin abrirlos sentí que me lloraban los ojos.
Recién en ese momento supe lo que sucedía.
Y al abrirlos me di cuenta:
que no podía volar sin mis alas.